Los egipcios elaboraban la cerveza a partir de panes de cebada poco cocidos que dejaban fermentar en agua. La llamaban “buza” o “zythum”, cuya traducción es vino de cebada. No sólo era, junto al pan, uno de los principales alimentos, sino que era considerada como la bebida nacional. Se utilizaba en las ceremonias religiosas y funerarias. La consumían niños y adultos, de lo que se concluye que había distintos tipos de cervezas: con menor y mayor grado alcohólico, más líquida y otras más parecidas a una papilla, que se tomaba con una bombilla similar a la que se utiliza para tomar mate. A los trabajadores se les daba raciones diarias para mantenerlos sanos y fuertes, además de ser un medio de pago por los trabajos realizados..
En el norte de Europa, los pueblos nórdicos, normandos y vikingos, se dedicaban al cultivo de cereales con los que producían cerveza que bebían en fiestas religiosas y familiares. Aun cuando los Romanos no fueren grandes consumidores de cerveza, es probable que de ellos provenga su actual denominación: Cerevisium era el nombre que le daban y que viene de “Ceres-Vis” o “la fuerza de Ceres”, diosa de la agricultura en Roma. Los galos la llamaban “cervisia” y los hispanos “ceria”. De aquellas nomenclaturas a “cerveza” sólo hay una pequeña desviación, sea que provenga de alguna regla lingüística o de alguna pronunciación poco afortunada de algún bebedor desmedido.
En la Edad Media , fue en Bélgica, en donde los monjes refinaron el proceso prácticamente hasta la perfección e institucionalizaron el uso del lúpulo, planta canabacea que confiere a la cerveza su sabor amargo característico, a la vez que favorece la conservación.
En los países nórdicos con climas muy fríos como Alemania o Inglaterra, la cebada se cultivaba mejor que la uva, por lo que la producción de cerveza era mejor frente a la del vino, convirtiéndose así éstas regiones, en grandes productoras de cervezas.
Entre los siglos XIV y XVI surgen las primeras grandes fábricas cerveceras, entre las que destacan las de Hamburgo y Zirtau. A finales del siglo XV, el duque de Raviera Guillermo IV promulga la primera ley de pureza de la cerveza alemana, que prescribía el uso exclusivo de malta de cebada, agua, lúpulo y levadura en su fabricación.
La época dorada de la cerveza comienza a finales del siglo XVIII, con la incorporación de la máquina de vapor a la industria cervecera y el descubrimiento de la nueva fórmula de producción en frío; culmina en el último tercio del siglo XIX, con los hallazgos de Pasteur relativos al proceso de fermentación.
En la actualidad, los principales países productores son Estados Unidos, Alemania, Rusia, Reino Unido, Japón y México.